En las Olimpiadas antiguas el fuego ardía perpetuo en el templo del patrono del santuario, Zeus y durante la semana que duraban las competiciones en honor al dios, presidía también el estadio. Ahora se ha encendido, con el concurso de Apolo, el dios Sol, en el exterior del templo de la esposa divina, Hera. Esperamos que esta falta de rigor no despierte las iras del tonante Zeus, y se vea también honrado en su hijo y en su celosa esposa.
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